A veces las cosas que creemos imposibles o improbables llegan en el momento que menos esperamos. Ayer, de repente, sucedió... No es que no lo esperara, porque sinceramente no pasó un segundo sin que pensara en eso, pero debo reconocer que me sorprendió y hasta podría decír que me alegró el día.
Aquella charla no fue un hervidero de filosofía ni mucho menos, aunque sus palabras se sintieron hermosas, sabias y concretas, como las de algún ángel protector.
No se cuanto duró el momento, porque había perdido por completo la noción del tiempo y del espacio. Hasta que lo inevitable llegó, se despidió, entonces una helada cortina de tristeza y angustia cayó con fuerza sobre mi. Fue ahí cuando, sin otro remedio que volver a lo real, retomé lo mas preciado que me queda... mi imaginación. De ahí no te podes ir...
No hay comentarios:
Publicar un comentario